jueves, 23 de diciembre de 2010

Cuando perder es ganar

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A la larga, la vida es más sabia que nuestros apegos.
El dolor no viene de lo que ocurre, sino de aferrarse a una forma que ya no existe.
La pérdida, sólo se siente, cuando se mira para atrás no con
la gratitud de haberlo vivido, sino con el miedo de sentirse perdido.
Sientes la pérdida o la confusión, no por que no tengas
fuerza o inteligencia sino por que te olvidas de ellas.
Cuando la vida te quita, sólo te esta diciendo,
que tú puedes construir el doble.
O, no ha sido siempre así?
Lo que pierdes, es sólo el fruto de tu capacidad de crear,
es tu fuerza, la que ha generado muchos frutos.
Se gana cuando se agradece lo vivido,
Cuando se recrea entusiasmo por lo que viene,
Cuando se comienza pronto a caminar,
Sin dar espacio al lamento o la autocompasión.

Tu vida vale más que cualquier opinión inclusive la tuya.
Disfruta tus próximos pasos.
Carlos Davis

Para meditar en Navidad

De prisa, entré en la tienda por departamentos a comprar unos
regalos de Navidad a última hora. Miré a mi alrededor toda la gente
que allí había y me molesté un poco. "Estaré aquí una eternidad; con
tanto que tengo que hacer" pensé.
La Navidad se había convertido ya casi en una molestia. Estaba
deseando dormirme por todo el tiempo que durara la Navidad. Pero me
apresuré lo más que pude por entre la gente en la tienda. Entré en
el departamento de juguetes. Otra vez más, me encontré murmurando
para mí misma, sobre los precios de aquellos juguetes. Me pregunté
si mis nietos jugarían realmente con ellos. De pronto, me encontré
en la sección de muñecas. En una esquina, me encontré un niñito,
como de 5 años, sosteniendo una preciosa muñeca.
Estaba tocándole el cabello y la sostenía muy tiernamente. No me
pude aguantar; me quede mirándolo fijamente y preguntándome para
quién sería la muñeca que sostenía, cuando de pronto se le acercó
una mujer, a la cual él llamó tía. El niño le preguntó: "¿Estás
segura que no tengo dinero suficiente ?" Y la mujer le contestó, con
un tono impaciente: "Tú sabes que no tienes suficiente dinero para
comprarla."
La mujer le dijo al niño que se quedara allí donde estaba mientras
ella buscaba otras cosas que le faltaban. El niño continuó
sosteniendo la muñeca.
Después de un ratito, me le acerqué y le pregunte al niño para quién
era la muñeca. El me contestó: "Esta muñeca es la que mi hermanita
deseaba con tanto anhelo para Navidad. Ella estaba segura que Santa
Claus se la iba a traer."
Yo le dije que lo más seguro era que Santa Claus se la traería. Pero
él me contesto: "No, Santa no puede ir a donde mi hermanita está. Yo
le tengo que dar la muñeca a mi mamá para que ella se la lleve a mi
hermanita."
Yo le pregunté dónde estaba su hermana. El niño, con una cara muy
triste me contestó: "Ella se fue con Jesús. Mi papá dice que mamá se
va a ir con ella también." Mi corazón casi deja de latir. Volví a
mirar al niño una y otra vez. El continuó: "Le dije a Papá que le
dijera a Mamá que no se fuera todavía. Le dije que le dijera a ella
que esperara un poco hasta que yo regresara de la tienda."
El niño me preguntó si quería ver su foto y le dije que me
encantaría. Entonces, sacó unas fotografías que tenía en su bolsillo
y que había tomado al frente de la tienda y me dijo: "Le dije a Papá
que le llevara estas fotos a mi Mamá para que ella nunca se olvide
de mí. Quiero mucho a mi Mamá y no quisiera que ella se fuera. Pero
Papá dice que ella se tiene que ir con mi hermanita."
Me dí cuenta que el niño había bajado la cabeza y se había quedado
muy callado. Mientras él no miraba, metí la mano en mi cartera y
saqué unos billetes. Le dije al niño que contáramos el dinero otra
vez. El niño se entusiasmó mucho y comentó: "Yo sé que es
suficiente." Y comenzó a contar el dinero otra vez. El dinero ahora
era suficiente para pagar la muñeca. El niño, en una voz muy suave,
comentó:"Gracias Jesús por darme suficiente dinero".
El niño entonces comentó: "Yo le acabo de pedir a Jesús que me diera
suficiente dinero para comprar esta muñeca, para que así mi Mamá se
la pueda llevar a mi hermanita. Y El oyó mi oración. Yo le quería
pedir dinero suficiente para comprarle a mi Mamá una rosa blanca
también, pero no lo hice. Pero El me acaba de dar suficiente para
comprar la muñeca y la rosa para mi Mamá. A ella le gustan mucho las
rosas. ¡Le gustan mucho las rosas blancas!".
En unos minutos la tía regresó y yo, desapercibidamente, me fui.
Mientras terminaba mis compras, con un espíritu muy diferente al que
tenía al comenzar las compras, no podía dejar de pensar en el niño.
Seguí pensando en una historia que había leído en el periódico unos
días antes, acerca de un accidente causado por un conductor ebrio,
el cual había causado un accidente donde había perecido una niñita y
su mamá estaba en estado de gravedad. La familia estaba deliberando
en si mantener o no a la mujer con vida artificial y máquinas. Me di
cuenta de inmediato que este niño pertenecía a esa familia.
Dos días más tarde leí en el periódico que la mujer del accidente
había sido removida de la maquinaria que la mantenía viva y había
muerto. No me podía quitar de la mente al niño. Más tarde ese día,
fui y compré un ramo de rosas blancas y las llevé a la funeraria
donde estaba el cuerpo de la mujer. Y allí estaba, la mujer del
periódico, con una rosa blanca en su mano, una hermosa muñeca, y la
foto del niño en la tienda.
Me fui llorando… mi vida había cambiado para siempre. El amor de
aquel niño por su madre y su hermanita era enorme. En un segundo, un
conductor ebrio le había destrozado la vida en pedazos a aquel
niñito.
Ahora tú tienes la opción; tú puedes:
1) Cambiar de actitud y ser más sensible ante la necesidad de los
demás, pudiendo convertirte en instrumento de Dios para ayudar a
otros o
2) Actuar como si no te hubiera tocado el corazón.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Reflexión de fin de año


EL SABIO

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque; un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno de sabio. Fue entonces cuando el poderoso dirigiéndose al sabio dijo: "Me han dicho en el pueblo que eres una persona poderosa y que inclusive puedes hacer milagros".

"Soy una persona vieja y cansada - ¿Cómo crees que yo podría hacer milagros? - respondió”



"Me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso"

"¿Te refieres a eso? - Tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo. Esos milagros lo hace Dios, yo solo pido se conceda un favor al enfermo o para el ciego y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo”.

“Yo quiero tener la misma fe para realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios”.

Ante la insistencia de aquel hombre poderoso, el sabio acepto mostrarle tres milagros. Y así, con la mirada serena y sin hacer ningún movimiento le preguntó: “¿Esta mañana volvió a salir el sol?”.

“Sí, claro que sí”.

“Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la LUZ”.

“No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, mira hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas”.
“¿Quieres ver un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?”.
“¡Sí! fue varón y es mi primogénito”.

“Ahí tienes el segundo milagro, el milagro de la VIDA y del AMOR”.

“Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro”.

“¿Acaso no estamos en época de cosecha? ¿No hay trigo y sorgo donde hace solo unos meses había tierra?”



Si, igual que todos los años.

“Pues ahí tienes el tercer milagro LA CREACIÓN”.

“Creo que no me he explicado, lo que yo quiero”… Sus palabras fueron cortadas por el sabio, quien convencido de la obstinación de aquel hombre y seguro de no hacerle poder comprender la maravilla que existe en todo aquello que le había mostrado, señalo: “Te he explicado bien, yo hice todo lo que podía hacer por ti, si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer.
Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiro, muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó el conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron sanadas.

El joven estaba algo desconcertado: “Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero? – El maestro respondió – “Lo que buscaba él no era un milagro, sino un espectáculo, le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno, no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día".

EL DÍA QUE APRENDAS A RECONOCER CON AMOR, TODAS LAS PEQUEÑAS COSAS QUE OCURREN EN TU VIDA, ESE DÍA COMPRENDERAS QUE NO NECESITAS MÁS MILAGROS, QUE LOS QUE LA VIDA TE DA TODOS LOS DIAS SIN QUE TÚ LOS HAYAS PEDIDO. TODOS LOS DIAS SUCEDEN MILAGROS…TENER LA VIDA ES UNO DE ELLOS.





Un abrazo de LUZ y AMOR.

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